miércoles, 18 de mayo de 2011

El octavo pasajero


Si ya de por sí, la relación de una pareja puede ser complicada, la cosa se vuelve aún peor cuando a la ecuación le añadimos una incógnita nueva: El Hijo. Incógnita, sí, por que nunca sabes como te va a salir: llorón, tranquilo, nervioso, responsable, cariñoso… Y afecta a la pareja. Vamos que si afecta.



Me cruce el otro día con una vecina, que acaba de dar a luz, y a la típica pregunta de ¿cómo estás? le siguió un monólogo de respuesta en plan: por que mi marido pasa de todo, me lo estoy comiendo todo yo, encima él no me entiende, no se da cuenta de mi agobio, del estrés que me supone…”en fin, que terminamos tomando café en su casa con ella hecha un mar de lágrimas”.



Y es que es así. A su experiencia le uno la mía, la de gran parte de mis amigas, la de familiares... Y un hijo, definitivamente, es para la madre. Y no me vale la excusa de que la naturaleza es así, pero es que no nos queda otra.



Al poco tiempo me cruce de nuevo en el ascensor, esta vez con el marido. ¿Qué tal? ¿cómo lleváis al personaje?


- pufff bueno, parece que la cosa está mejor, ya se puede empezar a hablar con Marta, por que no veas, que carácter. No hay quién esté en casa, tiene siempre un humor!


- Perdona, creo que pregunte por el bebé…jejeje ¿Cómo está?


- Ahh bueno, bien bien. Sin problemas!


Claro hombre! Que problemas te puede generar a ti! Que sales de casa a las ocho y llegas a las nueve de la noche!



Y es q no nos entendéis. Sin contar con el cansancio y desgaste que supone pasar nueve meses con un Alien dentro, de todo el trastorno hormonal que genera, de la aprensión/tensión/miedo al parto, del mal rollo de ver como tu cuerpo (ese que tantas horas se ha estado trabajando en el gimnasio) se desmonta. Del nacimiento en sí, de la vuelta al cambio hormonal y del verte atada a a una criaturita, que de golpe y porrazo te colocan entre los brazos.


Se agradecería un poquito más de comprensión y ayuda. Que no es fácil, de verdad. Que nadie nos dice ¡toodo este trabajo es para vosotras!, no. Apetece compartir, lo bueno y lo malo, los llantos y las risas, los juegos y las enfermedades.. Y ese rol del padre para jugar que os tomáis tan a pecho, podría complementarse con el de padre colaborador en todo lo referente a criar al hijo…Todo. En dedicarle el mismo tiempo que le dedicamos nosotras cuanto menos. Que no tengamos que deciros las cosas, que salga de vosotros por que os sentís parte activa de esa ecuación.



Y cuantos padres desaparecen del mapa? Gracias a Dios no son mayoría, pero si que me faltan dedos en las manos para contar a amigas y conocidas que se han visto más solas que la una con un crío en brazos. Y eso es agotador, física y psicológicamente. Más aún cuando sabes que el “donante” sigue con su vida, como si nada. Mientras tanto, la nuestra pega un giro de ..., un giro....


no deja de girar.



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