martes, 24 de mayo de 2011

Mary Poppins

Buenas tardes Ash,


Hoy quiero hablar de la pequeña Mary Poppins que toda mujer lleváis dentro, y no, no me refiero a la capacidad de tener toda situación bajo control, ni a la de convertir cualquier momento en una aventura maravillosa, lamentablemente no. Me estoy refiriendo a la misteriosa e incomprensible relación con vuestros bolsos.





Siempre me he preguntado aparte de la inevitable función de complemento la utilidad de vuestros bolsos. ¿De verdad es necesario llevar seis kilos de cosas de dudosa utilidad?
Analicemos el contenido estándar de un bolso estándar de una mujer estándar:

Llaves de casa, monedero, tabaco, mechero, minibolsito con kit de pinturas, paraguas, otro mechero, copia de las llaves del coche, pinza del pelo, crema de manos, crema antiarrugas caducada, bolígrado, pintalabios, otro mechero, pañuelos, monedas sueltas, cualquier tipo de envoltorio con comida rápida light con sabor a chocolate, enganche de cortina que cogió de casa para cambiar en la tienda y quedó olvidado, juego de llaves originales del coche presuntamente perdidas, otro mechero, espejo, minibote de perfume, agenda llena de números de teléfono, libro pero nunca uno de una edición de bolsillo, amplio y variado surtido de fármacos, la mitad de ellos caducados y sin nombre legible y por supuesto decenas de pequeños objetos inservibles que fueron quedando entre los rincones en cada cambio de bolso...

Que conste que si a vosotras no os molesta estar media hora buscando el móvil cada vez que os llaman, o ante la puerta de vuestro coche o casa hasta que aparecen las llaves, a nosotros tampoco.

miércoles, 18 de mayo de 2011

El octavo pasajero


Si ya de por sí, la relación de una pareja puede ser complicada, la cosa se vuelve aún peor cuando a la ecuación le añadimos una incógnita nueva: El Hijo. Incógnita, sí, por que nunca sabes como te va a salir: llorón, tranquilo, nervioso, responsable, cariñoso… Y afecta a la pareja. Vamos que si afecta.



Me cruce el otro día con una vecina, que acaba de dar a luz, y a la típica pregunta de ¿cómo estás? le siguió un monólogo de respuesta en plan: por que mi marido pasa de todo, me lo estoy comiendo todo yo, encima él no me entiende, no se da cuenta de mi agobio, del estrés que me supone…”en fin, que terminamos tomando café en su casa con ella hecha un mar de lágrimas”.



Y es que es así. A su experiencia le uno la mía, la de gran parte de mis amigas, la de familiares... Y un hijo, definitivamente, es para la madre. Y no me vale la excusa de que la naturaleza es así, pero es que no nos queda otra.



Al poco tiempo me cruce de nuevo en el ascensor, esta vez con el marido. ¿Qué tal? ¿cómo lleváis al personaje?


- pufff bueno, parece que la cosa está mejor, ya se puede empezar a hablar con Marta, por que no veas, que carácter. No hay quién esté en casa, tiene siempre un humor!


- Perdona, creo que pregunte por el bebé…jejeje ¿Cómo está?


- Ahh bueno, bien bien. Sin problemas!


Claro hombre! Que problemas te puede generar a ti! Que sales de casa a las ocho y llegas a las nueve de la noche!



Y es q no nos entendéis. Sin contar con el cansancio y desgaste que supone pasar nueve meses con un Alien dentro, de todo el trastorno hormonal que genera, de la aprensión/tensión/miedo al parto, del mal rollo de ver como tu cuerpo (ese que tantas horas se ha estado trabajando en el gimnasio) se desmonta. Del nacimiento en sí, de la vuelta al cambio hormonal y del verte atada a a una criaturita, que de golpe y porrazo te colocan entre los brazos.


Se agradecería un poquito más de comprensión y ayuda. Que no es fácil, de verdad. Que nadie nos dice ¡toodo este trabajo es para vosotras!, no. Apetece compartir, lo bueno y lo malo, los llantos y las risas, los juegos y las enfermedades.. Y ese rol del padre para jugar que os tomáis tan a pecho, podría complementarse con el de padre colaborador en todo lo referente a criar al hijo…Todo. En dedicarle el mismo tiempo que le dedicamos nosotras cuanto menos. Que no tengamos que deciros las cosas, que salga de vosotros por que os sentís parte activa de esa ecuación.



Y cuantos padres desaparecen del mapa? Gracias a Dios no son mayoría, pero si que me faltan dedos en las manos para contar a amigas y conocidas que se han visto más solas que la una con un crío en brazos. Y eso es agotador, física y psicológicamente. Más aún cuando sabes que el “donante” sigue con su vida, como si nada. Mientras tanto, la nuestra pega un giro de ..., un giro....


no deja de girar.



martes, 17 de mayo de 2011

Una de padres e hijos

Mira tú por donde has ido a tocar un tema interesante. Y parece que has descubierto la pólvora: Tener un hijo afecta a la relación de pareja. Increíble; estamos de acuerdo en algo. Pero en lo que no coincidimos ni de refilón es en los motivos por los que la venida de un nuevo miembro afecta a la relación.

Tú haces un "profundo" análisis del tema. El hombre, que está por ahí flotando en la relación, no entiende nada, sólo ve a su mujer más histérica de lo normal y decide borrarse del mapa hasta "que se le pase". Si es que somoooossss....

Desde pequeñitos lo tenemos claro. Nuesta ilusión es tener un hijo para que, en cuanto nazca, dejar a la madre sola con él y nosotros seguir haciendo lo mismo que antes. Lo que me sorprende es que hayáis tardado tanto tiempo en averiguarlo, y me intriga aún más porqué, si esto es así, aún siguen naciendo críos en el mundo... alucinante.

Yo creo que un nuevo ser efectivamente afecta a la relación. En primer lugar porque eso de ser padre es una gran responsabilidad y no siempre (padre y madre) son capaces de asumirla desde el principio. Se han de revisar los acuerdos, los compromisos, etc. y como ya hablamos en una entrada anterior, ése no es vuestro fuerte.

Y un pequeño detalle que se te ha olvidado comentar es vuestra inagotable necesidad de ser perfectas, en todo: en el físico, en vuestras relaciones de pareja, en el trabajo y por supuesto en ser madre. Y eso no es posible, por más que lo intentéis, por más que nos echéis la culpa a nosotros.

Y es que no os dais cuenta que lo atrae, lo que hace que alguien quiera estar con otro alguien no es su perfección sino su alegría y ganas de vivir y disfrutar.

Así que os recomiendo que empecéis a dejar de mirarnos tanto como los culpables de todos vuestros males y empecéis a miraros un poco más a vosotras mismas.


domingo, 1 de mayo de 2011

Sin comentarios

Hola Ash, aquí te dejo una breve historia (un tanto adaptada) que me enviaron hace algún tiempo por correo. Como verás, aunque antigua, sigue siendo muy actual. Mi entrada se llama "sin comentarios" porque visto lo visto cualquiera dice nada. Espero que te guste!

Supongamos que un chico llamado Ler se siente atraído por una mujer llamada Ash. Él le propone ir juntos al cine, ella acepta, lo pasan bien. Unas pocas noches después él la invita a ir a cenar, y de nuevo están a gusto. Siguen viéndose regularmente, y un tiempo después ninguno de ellos ve a ningún otro.

Entonces, una noche cuando van hacia casa, un pensamiento se le ocurre a Esther y, sin pensarlo realmente, ella dice:

- ¿Te das cuenta de que justo hoy hace seis meses que nos vemos?


Y entonces se hace el silencio en el coche. A Ash le parece un silencio estruendoso. Ella piensa:

"Me pregunto si le habrá molestado que yo haya dicho eso. Quizás se siente restringido por nuestra relación; quizás crea que yo estoy tratando de forzarle a alguna clase de obligación que él no desea, o sobre la que no está muy seguro."

Y Ler está pensando: "Vaya. Seis meses."


Y Ash piensa: "Pero yo tampoco estoy segura de querer esta clase de relación. A veces me gustaría tener un poco más de libertad, para tener tiempo de pensar sobre lo que yo realmente quiero que nos mantenga en la dirección a la que nos estamos dirigiendo lentamente... quiero decir, ¿hacia dónde vamos? ¿Vamos simplemente a seguir viéndonos en este nivel de intimidad? ¿Nos dirigimos hacia el matrimonio? ¿Hijos? ¿Una vida juntos? ¿Estoy preparada para este nivel de compromiso? ¿Es que conozco realmente a esta persona?"

Y Ler piensa:
"...así que eso significa que fue... veamos... febrero cuando comenzamos a salir, que fue justo después de dejar el coche en el taller, o sea que... veamos el cuenta-kilómetros... ¡mierda! Tengo que cambiarle el aceite al coche."

Y Ash piensa:
"Está disgustado. Puedo verlo en su cara. Quizás estoy interpretando esto completamente mal. Quizás quiere más de nuestra relación, más intimidad, más compromiso; quizás él ha notado -antes que yo- que yo estaba sintiendo algunas reservas. Sí, apuesto a que es eso. Por eso es tan reticente a decir nada sobre sus propios sentimientos. Tiene miedo de ser rechazado."

Y Ler piensa:
"Y voy a tener que decirles que me miren la transmisión otra vez. No me importa lo que esos imbéciles digan, todavía no cambia bien. Y esta vez será mejor que no intenten echarle la culpa al frío. ¿Qué frío? Hay 30 Cº fuera, y esta cosa cambia como un camión de basura, y yo les pago a esos ladrones incompetentes 60.000 pelas."

Y Ash está pensando:
"Está enfadado. Y no puedo culparle. Yo estaría enfadado, también. Dios, me siento tan culpable, haciéndole pasar por esto, pero no puedo evitar sentirme como me siento. Simple y llanamente, no estoy segura."

Y Ler piensa: "Probablemente me dirán que sólo tiene tres meses de garantía. Eso es justo lo que van a decirme, los desgraciados."

Y Ash está pensando:
"Quizás soy demasiado idealista, esperando que venga un caballero en su caballo blanco, cuando estoy sentada al lado de una persona perfectamente buena, una persona con la que me gusta estar, una persona que realmente me importa, una persona a la que parezco importarle realmente. Una persona que sufre por causa de mis egocéntricas fantasías románticas de colegiala."

Y Ler piensa: "¿Garantía? ¿Quieren una garantía? Les daré una garantía. Cogeré su garantía y la..."


- Ler - dice Ash en alto.
- ¿Qué? - dice Ler, sorprendido.

- ¡Por favor, no te tortures así! -dice ella, con un inicio de lágrimas en sus ojos-. Quizás nunca debí haber dicho... Oh, Dios, me siento tan... Se interrumpe, sollozando.

- ¿Qué? -dice Ler.

- ¡Soy tan tonta! - solloza Ash-. Quiero decir, ya sé que no hay tal caballero. Realmente lo sé. Es estúpido. No hay caballero, ni caballo.

- ¿No hay caballo? - dice Ler.

- Piensas que soy tonta, ¿verdad? - dice Ash.


- ¡No! - dice Ler, contento por fín de conocer la respuesta adecuada.

- Es sólo que... sólo que... necesito algo de tiempo - dice Ash.

Hay una pausa de 15 segundos mientras Ler, pensando todo lo rápido que puede, trata de decir una respuesta segura. Finalmente se le ocurre una que cree que puede funcionar:

- Sí - dice.

Ash, fuertemente emocionada, toca su mano:

- Oh, Ler, ¿realmente pensás eso? - dice ella.

- ¿El qué? - dice Ler.

- Eso sobre el tiempo - dice Ash.

- Oh - dice Ler-. Sí, claro.

Ash se vuelve para mirarle y fija profundamente su mirada en sus ojos, haciendo que él se ponga muy nervioso sobre lo que ella pueda decir luego, sobre todo si tiene que ver con un caballo. Al final, ella dice:

- Gracias, Ler.

- Gracias - dice Ler.


Entonces él la lleva a casa, y ella se tumba en su cama, un alma torturada y en conflicto, y llora hasta el amanecer, mientras que Ler vuelve a su casa, abre una bolsa de patatas, enciende la tele, e inmediatamente se encuentra inmerso en una retransmisión de un partido de tenis entre dos checos de los que nunca ha oído hablar. Una débil voz en los más recónditos rincones de su mente le dice que algo importante pasaba en el coche, pero está bien seguro de que no hay forma de que pudiese entenderlo, así que opina que es mejor no pensar sobre ello.

Al día siguiente Ash llamará a su mejor amiga, o quizás a dos de ellas, y hablarán sobre la situación durante unas seis horas seguidas. Con doloroso detalle, analizarán todo lo que ella dijo y todo lo que él dijo, pasando sobre cada punto una y otra vez, examinando cada palabra y gesto por nimios significados, considerando cada posible ramificación. Continuarán discutiendo el tema, una y otra vez, por semanas, quizás meses, nunca llegando a conclusiones definitivas, pero nunca aburriéndose de él, tampoco.

Mientras, Ler, un día mientras ve un partido de fútbol con un amigo común suyo y de Ash, durante los anuncios, fruncirá el ceño y dirá:


- Raúl, ¿Tú sabes si Ash tuvo alguna vez un caballo?